En las sierras de Córdoba, 5.358 incendios -ocurridos entre 1999 y 2017- afectaron 700.385 hectáreas, un 28,9% de la superficie que suman las Sierras Chicas, las Sierras Grandes, las Sierras del Norte y las Cumbres de Gaspar, a lo largo de la franja occidental del territorio provincial. Se trata de una superficie equivalente a 12 ciudades de Córdoba.
El registro de estos eventos y la extensión que abarcaron es resultado de un minucioso trabajo que un grupo de investigación del Instituto Gulich (UNC-Conae) realizó desde 1999 hasta 2017, cuando enfocaron su atención exclusivamente en la zona de Sierras Chicas. Este sector es el más perjudicado de la geografía mediterránea, donde el área quemada representa el 38% de su extensión total.
La mayoría de los incendios tiene un origen antrópico: la actividad humana es el principal desencadenante de estos eventos. Las razones son diversas: desde quemas para renovar la pastura, encendido de materiales para reducir el volumen de los desechos en basurales a cielo abierto, hasta la provocación para desmontar y justificar posteriormente el cambio del uso del suelo con el fin de habilitar la urbanización de zonas naturales.
La ocurrencia de eventos de fuego de origen natural, en cambio, en general está asociada a la caída de un rayo, pero de suceder, siempre se da en un contexto de formación de tormenta. Esto es, mayor humedad ambiente, temperatura relativamente baja y en, muchos casos, precipitaciones. En estas condiciones meteorológicas es mucho más difícil que un foco se propague.
Muchos de estos incendios ocurren en áreas que conectan espacios naturales con sectores habitados (interfaz urbano-rural). Un trabajo publicado en 2018 estima que en el Chaco Serrano -como se denomina a la ecoregión de las sierras cordobesas- habitan 850 mil personas, y la mitad de las viviendas se ubican precisamente en esa zona de interfaz, lo cual la coloca en una posición de riesgo extremo ante eventuales incendios.
Más allá de la reducción de biodiversidad y el bosque nativo, la erosión del suelo y las pérdidas materiales que acarrean las llamas, uno de sus efectos colaterales menos conocidos es la propensión de las áreas quemadas a sufrir recurrentemente nuevos incendios en los años subsiguientes.
Un bosque con especies como las que crecen en las sierras cordobesas necesita al menos 30 años para recuperarse. Proponen incorporar un índice de humedad de la vegetación a los sistemas que evalúan el riesgo de incendios.