Un equipo científico de la UNC y Conicet realizó un trabajo que recopila resultados de diversas investigaciones sobre los cambios en los usos del suelo de Córdoba y sus impactos en la provisión de agua. Sus integrantes coinciden en que el modelo de desarrollo urbano imperante en las sierras de Córdoba avanza provocando un desequilibrio sobre el capital natural que lo sostiene.
El trabajo muestra que el sector inmobiliario impuso las reglas de expansión de la mancha urbana al fomentar el desarrollo de barrios cerrados, housing y urbanizaciones situadas fundamentalmente en la parte alta de las cuencas, dado su alto valor paisajístico.
Este proceso trajo aparejado consigo el incremento de los desmontes, los incendios, y la contaminación, entre otros aspectos que afectan seriamente la dinámica hídrica de la región y la disponibilidad de agua.
El modelo de desarrollo urbano-centrista regional toma por centro a la capital provincial y piensa a las regiones del valle de Punilla, al corredor de las Sierras Chicas y al valle de Paravachasca como estructuras dependientes de la ciudad capital.
El trabajo publicado por el grupo de investigación identifica tres grandes causales en la degradación de las cuencas y la reducción de los estratos hídricos, con su consiguiente escasez del agua para comunidades enteras:
El primero es la modificación estructural de la geomorfología de la cuenca, por el impacto de actividades antrópicas (deforestación, sobrepastoreo, incendios, movimiento de suelos, urbanizaciones, contaminación).
El segundo es el uso indebido del agua (riego de canchas de golf, piscinas, lagunas artificiales). Y el tercero, el aprovechamiento del recurso con fines mercantiles a una escala insostenible (en el agro, la minería, las industrias, la expansión urbana, entre otros).
Los conflictos por el acceso al agua se profundizaron cuando las cuencas se fueron degradando, lo que junto con el incremento de la demanda por avance del desarrollo urbano implicó una disminución de la disponibilidad de este vital recurso natural.
En cuanto a las posibles soluciones, desde el equipo de investigación insisten en que los municipios tienen que poder actuar para frenar el avance de las urbanizaciones.
La idea, subrayan, es aprender a vivir de otra manera con el entorno.